jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Bicentenrio? ¿Revolucion de mayo?


¿Bicentenario? ¿Revolución de Mayo?”
Iván Galarza y Silvana Acuña Cantero
Estudiantes de la carrera de  historia del Instituto Superior del Profesorado “Joaquín Víctor González” (C.A.B.A.)

I) INTRODUCCIÓN
Este trabajo intenta volver a analizar un tema como la emancipación decimonónica en el Rio de La Plata, desde nuevas perspectivas tales como el papel social que cumplieron en la estructura colonial los personajes que llevaran a cabo la independencia. También se intentara analizar en base a esa posición en la sociedad virreinal, qué tipo de relación se estableció con los grupos subalternos platenses y en medio de qué tipo de conflictividad social se enmarcó la gesta que provocó la revolución de 1810.
Este es un trabajo que intentara establecer los procesos sociales, políticos y económicos que superan el mero marco cronológico. Historiográficamente se pretende establecer una “historia del poder”, la cual sirva para el análisis: del pasado de los grupos hoy dominantes en cada uno de los países latinoamericanos, su papel represivo hacia los sectores bajos de la sociedad y su pretendida inclusión como agentes locales del imperialismo (todo esto tiene raíces históricas que parten desde la toma del poder por parte de una elite).
Para el caso del Rio de La Plata es necesario  alejarnos de la visión heroica de los actores revolucionarios (aunque sin prescindir de ella), esbozada en diferentes rincones de Latinoamérica desde mediados del siglo XIX, bajo el intento de establecer una tradición (HALPERIN DONGHI, 1998, P. 50) a los partidos “liberalmente conservadores” como fundadores y dirigentes de las naciones, que desde la elite pretendían introducir al mercado mundial en calidad primario exportadora. El interés de este trabajo es ubicar al proceso independentista en un marco más acorde para entender como 1810 se transforma en la elite oligárquica de 1880.

I)                   EL CONTEXTO BORBÓNICO
Durante los siglos XVII y XVIII los hispanoamericanos no tuvieron la necesidad de escindirse del poder imperial, puesto que la libertad con que disponían era amplia (LYNCH, 1976, P. 12). Las elites criollas tenían intereses consolidados en la América hispana a través de sus poderes sobre la tierra, las minas y el comercio: se establecían de este modo “… Lazos duraderos de parentesco y alianza con la burocracia colonial y un fuerte sentido de identidad regional…” (1976, P. 14). Lo cual, sumado a la debilidad de la corona a comienzos del siglo XVIII (en una evidente necesidad, por parte de esta, para recaudar rentas tributarias) posibilito la resistencia de los grupos de la elite criolla ante el control estatal. La llegada de la dinastía Borbónica provoco hacia 1765 –bajo el marco recién nombrado- una renovación de las estructuras administrativas y económicas imperantes hasta ese momento (o al menos eso intento). Es evidente que esta “segunda conquista” de América fue una del tipo burocrática (1976, P. 14) –lo que equivale a política y económica-, oponiéndose a todo tipo de corporaciones americanas que gozaran de situaciones y privilegios especiales no compartidos con la administración imperial (1976, P. 16). He aquí una de las razones centrales de la reforma borbónica: este intento de reforma se abocara a extraer el excedente productivo, que antes había sido retenido en América (1976, P. 18). Por lo cual, podemos argüir que las principales intenciones de la dinastía borbónica fueron las de fortalecer al estado, y a través de él, a las organizaciones burocráticas de la administración impositiva. La solución era atacar a las elites criollas o locales (o al menos tratar de solventar una carestía acuciante ante los crecientes gastos en la estructura imperial). La nueva administración no solo vivirá de las rentas tributarias: organiza a las economías locales de América como productoras de materias primas (HALPERIN DONGHI, 1999, P. 53), para ser colocadas en el mercado europeo por la madre patria –esta cumple un nuevo papel en la región y adquiere una nueva cualidad extractiva de tributos monetarios y materias primas-.
Para desplegar esta nueva estructura económica y burocrática fue necesario el concurso de personal e instituciones afines a los intereses de la corona: para poder reestructurar el sistema impositivo, los organismos de control comercial, los de control político e incluso hasta el ejercito. En estos campos, se fomento la participación de ibéricos blancos para garantizar los niveles lucrativos de la maquinaria imperial. Y el ataque final a la órbita de los criollos se produjo cuando el nuevo control estatizante avanzó sobre la orden de los jesuitas, donde los criollos habían logrado establecer lazos familiares (sumados al estado, la justicia y el ejército). En este marco temporal de transición, podemos ubicar el surgimiento de Buenos Aires como centro meramente económico del Río de La Plata; dicha transición es la establecida por el impulso borbónico en la región ante las arcaicas estructuras de poder: las nuevas políticas administrativas-territoriales de la corona crearon un nuevo virreinato en la rivera del Plata, como una barrera de contención a las pretensiones portuguesas sobre los dominios hispánicos; También para asegurar el control de la elite altoperuana desde una nueva capital virreinal (1999, P. 55) y así regular el tránsito de la plata expulsada al mercado Atlántico desde Sudamérica (corriente no siempre monopolizada por la Hispania). En este sentido hay procesos latentes que se terminan de definir (1999, P. 53) con la emergencia de Buenos Ares como cabeza virreinal: la orientación de las elites provincianas del sur altoperuano –muchas de estas sí eran mestizas- en un mercado interregional que unirá Potosí con el Océano Atlántico (creando de este modo una comunidad de intereses que los mercaderes porteños querrán monopolizar). Por otra parte, tendremos la emergencia de una elite porteña integrada por Europeos impuestos desde la administración imperial, sumados a un grupo local que desde 1714 (1999, P. 58) se dedica al lucro del tráfico de esclavos. En este sentido la nueva elite criolla tendrá la característica de  ser hispano-criolla, pues al establecerse la nueva nobilitas se reeditan aquellos “…Lazos duraderos de parentesco y alianza con la burocracia colonial…”  que el grupo criollo supo establecer. Por ello los nuevos hombres de negocios deberán afianzar lazos con las familias que poseedoras del poder político y sobretodo las del económico. Este nuevo grupo hegemónico de la sociedad rivereña ubicaba sus intereses en los beneficios obtenidos a partir de un comercio dirigido por la corona y orientado en dos perspectivas: bajo el concepto de considerar a la región Sur Altoperuano - Rio de La Plata potenciales consumidores de productos importados, como así también establecer a la plata y las materias primas agrícolas en condición primario exportadora. En este sentido Tulio Halperin Donghi es categórico: “La hegemonía del sector comercial aparece impuesta por las cosas mismas; es un aspecto necesario del orden colonial. La prosperidad de Buenos Aires y la más modesta de los centros de comercio y transporte sobre la ruta peruana, deriva básicamente de la participación (sin duda en situación subordinada) en los beneficios que ese orden otorgaba a los comercializadores –emisarios locales de la economía metropolitana- sobre los productores.” (HALPERIN DONGHI, 2002, P. 49). De este modo, el nuevo grupo criollo – hispano formara parte de la corona de modo <capilar> e intentara conquistar progresivamente los espacios de poder a través del control de los mercados internos o los puestos de la burocracia (que garanticen estos últimos los accesos a los beneficios económicos).
Para profundizar el análisis acerca de los ámbitos de acción de esta nueva <nobilitas> burocrática-comercial se ha tomado la institución del consulado como objeto de análisis. Este formaba parte de los espacios de regulación impositiva y comercial preferidos por la elite para <hacer carrera>, pues pertenecían a los “(…) órganos de justicia corporativa y representantes de los intereses del grupo que en ellos se reunía (…)”, como así también “(…) Disponían además de fondos propios, derivados de los impuestos que estaban autorizados a percibir y los invertían (con una mayor eficacia que la administración central) en obras de fomento en el que el interés del sector que agrupaban era desde luego dominante (…)” (1999, P. 62). En dicha corporación encontraremos apellidos como los Belgrano, los Azcuénaga, los Larrea o hasta los Martínez de Hoz y Anchorena. Es evidente que el futuro de estos apellidos hacia fines del siglo XVIII era poco avizorador del protagonismo adquirido en décadas posteriores, aunque hay un proceso que acabara por madurar: la formación, a través del tiempo y las circunstancias que atravesara la corona, de una elite criolla – hispana que fue desarrollando un proyecto político para obtener poder y orden social en sus manos (1976, P. 29). En este sentido sus principales intenciones eran obtener cargos públicos y seguridad para realizar el mismo proceso de enriquecimiento colonial, sin la presión de España. Pues si bien es cierto que la administración central posibilito la creación sectores enriquecidos, también fue un factor de subdesarrollo comercial desde fines del siglo XVIII a través de su política contra la acumulación monetaria en manos de la elite porteña (atentando contra los intereses de esta). Esto se demuestra cuando revisamos las actas del consulado entre 1785 y 1795 (ACTAS DEL CONSULADO DE BUENOS AIRES, 1947ª, P. 217), donde encontramos una amenaza a modo de notificación realizada por el órgano corporativo a su mismo apoderado: José Martínez de Hoz. Es por intentar vender por un lado, cueros a americanos y hacerlos pasar por “frutos” (entiéndase: estos frutos eran los productos que debían ser exportados); y por otra parte al intentar manejar, sin aviso previo a la administración central, el mercado de trata de esclavos
¿En que se igualan conservadores monárquicos como los Martínez de Hoz, Anchorena y Rivadavia, juntistas moderados como los Azcuénaga y Larrea, o Radicales reformadores como los Belgrano y Moreno? Todos pertenecen al mismo sector económico, hijos de las reformas borbónicas, que buscan la conquista de los cargos públicos para obtener poder político. Dicha elite, amén de los diversos intereses que se expresarán en los rumbos facciosos tomados una vez que se profundice la crisis del imperio trasatlántico, no dejaran de reconocer un “proyecto político anti castas” (1976, P. 26) que se empieza a forjar en medio del derrumbe de la estructura administrativa hispana. Se puede hablar entonces de una <crisis de largo aliento>, iniciada en 1797 cuando, a causa de la invasión de mercancías extranjeras en el continente americano, se decidió finalmente clausurar el monopolio (1976, Pp. 18-20) para acceder desesperadamente  a una respuesta ante la coyuntura (si bien hasta ese momento las otras potencias europeas quedaban fuera del monopolio, desde las reformas borbónicas “la madre patria” cumplió el papel de consignataria de otros polos económicos para un mercado americano cada vez mas contraído y descapitalizado). En medio de esta crisis, sin embargo, muchos personajes actuantes en el aparato administrativo/económico porteño pudieron ascender –fruto del lucro extraído al mercado subdesarrollado que propiciaba la corona- y establecer sus pretensiones: en pocos años los vascos Azcuénaga (1947ª, Pp. 204-205) no solo habían logrado obtener influjo, sino que también erigían hacia 1794 una posición dominante al alquilar una de sus propiedades para la residencia del consulado. El caso Belgrano también es enigmático: Domingo Belgrano Peri está sirviendo a la corona en Aranjuez cuando es nombrado jefe del consulado (1947a, P. 295), y luego de posicionarse en la sociedad porteña pasa a formar parte de la orden dominica (que le dará sepulcro a su hijo Manuel, en virtud de los servicios del padre al propio convento situado cerca de la casona familiar (CUNIETTI-FERRANDO, 1970, Pp. 1-2)). O bien el caso de Sancho de Larrea (1947b, P. 33) quién en 1798 es apoderado del consulado y contribuye a solucionar litigios entre comerciantes, arguyendo que “…Además de los fondos que tiene ese consulado en mi poder, supliré lo demás que se ofrezca…”. A esto podemos sumarle la contribución aportada desde el consulado por José Martínez de Hoz  de 5000 pesos para la guerra Atlántica que está librando la metrópoli (1947b, P. 87). Este último caso es emblemático pues nos muestra como se da una doble situación heterogénea previa al proceso independentista: por un lado una administración imperial que sufre de una pobreza crónica a causa del propio enriquecimiento de la corona (y he aquí el índole administrativo/económico de las reformas borbónicas) y por otro lado el ascenso social de sectores que hicieron su fortuna en medio de esta crisis, mediante la subvención a la maquinaria estatal y la creación de nuevas gravitaciones para las pretensiones de la elite.
Los dos aspectos de la larga crisis del sistema imperial (1798-1820), se potenciaran y convivirán junto a la problemáticas locales, aunque solo se podrán expresar los diferentes proyectos políticos latentes en el virreinato del Rio de La Plata (que eran más exactamente intereses económicos-lucrativos heredados) cuando el rey haya sido depuesto. Pues en relación a este primer apartado, se puede concluir que fue la nueva elite revolucionaria radical hija del ideal borbónico de crear un poder fuerte que sirviera al desarrollo de las indias (1999, P. 58), siendo reemplazadas estas últimas por “Nuestra América”.
II)                EL PROCESO DE LA EMANCIPACIÓN
Para comprender los procesos sociales que culminan en 1810 (e incluso el periodo emancipatorio que se da inicio a partir de esta fecha) es necesario que sean analizados como la gesta de una elite económicamente dominante -pero no gobernante- que exige ante todo la formación de un nuevo “pacto colonial”, para asegurar el monopolio del contacto directo entre las tempranas republicas americanas y la Inglaterra metropolitana que concluía un largo camino de penetración económica (1999, P. 81). Estas condiciones permitían “accesos menos limitados al mercado ultramarino”, aunque los frutos de tal empresa fueron más costosos que los esperados. Esto se debe a que la década revolucionaria (la cual sacudirá los cimientos del imperio ibérico/americano), los lazos económicos y las formas de enriquecimiento de diferentes grupos de poder (de los cuales no escapaban muchos de los cabildantes de mayo, que veían interrumpidas sus rutas de acceso al mercado alto peruano) genero a su vez un polo de poder político con vistas al monopolio de la fuerza dirigencial.
En el caso platense que analizamos, los actores encargados de realizar la llamada “revolución de mayo” forman parte de la casta burocrática comercial (2002, P. 58) y por lo cual las circunstancias han hecho que estos se constituyan en pieza fundamental de la dominación colonial, a la vez que principal elemento disgregador de la autoridad real en lo que concierne al periodo emancipatorio de Sudamérica. Estas dos características, propias de la nueva elite porteña que nacía a la luz de los acontecimientos, nos da la pauta de las continuidades que heredan de su relación intima y comprometida respecto de las autoridades hispánicas: desde un principio se propusieron como continuadores del despotismo ibérico y por lo cual con el “derecho” de ser los conductores legítimos de la economía y la sociedad.
Volviendo a la primera definición ¿Qué implicaba ese pacto colonial ante el cual el grupo dirigente estaba ansioso por reeditar? Dicho pacto era el compromiso establecido para garantizar la unión entre las colonias (a través de sus elites dominantes) y la metrópoli. El principal enriquecimiento de la administración real, dada su cualidad extractiva de riquezas, se efectuaba por medio de instituciones tributarias recaudadoras. El de la elite criolla o local -en tanto concentradoras de las tierras, minas y mercados- mediante la alianza parasitaria con la corona (y por ello pieza clave a la hora de garantizar  los cursos de extracción económica desde América hacia el viejo mundo; al mismo tiempo eran beneficiadas en este mismo proceso). Esta situación nos es graficada por el historiador chileno Fernando Mires cuando nos explica que “Los españoles Americanos se constituyeron en América como una clase dominante mediante el simple recurso de la apropiación sin haber pasado jamás por un proceso genético que los haya llevado a ese lugar” y más exactamente a causa de que “Encontramos a dos sectores: los representantes de la administración y los criollos propietarios de haciendas y minas. Esta división implica reconocer la contradicción que se daba entre una clase gobernante y una clase dominante” (MIRES, 1988: Pp. 20-22). Derredor de esta situación podemos comenzar a dilucidar la causa de un proceso histórico como el iniciado en mayo de 1810 contra la administración imperial; siendo la misma que otorgó  los beneficios formadores de los actores mayo (al menos en su faz económica): los lucros de la elite siempre tendrán que estar supeditados a los intereses parasitarios de una corona, que les garantizaba a su vez las formas de enriquecimiento mediante el control del comercio ultramarino y la reventa por parte de los comerciantes (todo en un contexto de poca oferta y altos precios (2002: 45-46), lo cual no hacía más que garantizar la reproducción del brutal orden (GALEANO, 2003: Pp. 55-73) de la economía alto peruana y el dominio de los comerciantes hispánico-porteños). Como ya hemos explicitado en el apartado anterior, los orígenes de la elite criolla son consecuencia de la renovación institucional por parte de los borbones, los cuales intentaron controlar e imponer su dominio en la zona sur del imperio a través de la implantación de un sector mercantil “adicto a la ruta de Cádiz” que monopolizaba los mercados regionales y devolvía los puros beneficios de la reventa a través de su principal exportación: la plata alto peruana (2002: 48-49) que solo era secundada por la producción de cueros vacunos. Debemos notar que uno de los aspectos más incómodos al sector mercantil, “puntal sudamericano” del imperio, será el control del comercio mediante el nombrado monopolio trasatlántico en sus diversas formas o bien por la estructura impositiva que limitaba mediante las reformas borbónicas cualquier desarrollo capitalista (1988: 153-154). La producción primario exportadora era la matriz propia de esa clase comercial porteña, pues la relación que se establecía con la metrópoli (pacto colonial de por medio) hacía de esta ultima una fuerza plenamente extractiva sin la menor intención de renovación del circuito comercial (lo cual se agravara en las vísperas de la revolución de mayo a causa de la coyuntura guerrera de la corona y la progresiva desaparición de la ruta de Cádiz). Entonces el cenit de la América borbona marca el inicio de su resquebrajamiento, pues las soluciones aportadas constantemente a sus colonias significaron la profundización del lazo extractivo, atentando la metrópoli contra los mismos mercados de sus posesiones ultramarinas y beneficiando solo a los sectores que garantizaban el enriquecimiento de la Hispania (y allí se incluía la nueva alianza de la elite hispano criolla con el naciente capital inglés).
En medio de esta crisis estructural de la corona ¿Qué papel cumplían muchos de los que serán nuestros padres y madres fundadores? Es necesario aclarar una cuestión central: la conflictividad en el Rio del Plata no se da por un empobrecimiento de las clases beneficiadas, sino al contrario por un estancamiento del nivel de riquezas obtenidas bajo la égida de la corona (lo cual no equivalía a abandonar la fuente de beneficios que implicaba esta), pues como nos aclara el historiador Milcíades Peña (PEÑA, 1970, P. 77) “…La lucha de la independencia se llevó contra los funcionarios y militares españoles. Por eso el objetivo y contenido de la revolución fue puramente político, sin afectar la estructura de clases…” (Las mismas que la excluían a esta última del gobierno del Río de La Plata). De lo cual se deduce que los hechos sumamente radicales, que desencadenaran el proceso revolucionario, estaban enmarcados en un contexto de una rebelión propiamente política, y más exactamente ideológica. Explicado esto, no obstante, la elite que pujaba por ser dominadora de la sociedad no tenía en su horizonte a mediados de la primera década del siglo XIX un apoyo popular. El llamado “pueblo” o “plebe” respondía con fidelidad hacia la institución de la corona, en tanto integrantes del grupo de <fieles al rey> como también lo eran todos los integrantes de la sociedad hispanoamericana (ósea tanto pobres como ricos). Por lo cual una de las dificultades con las que se toparan en el futuro las “asambleas revolucionarias” será justamente cosechar apoyos en la plebe que les eran esquivos, pues hacia principios de siglo XIX era inimaginable la formación de un movimiento social pro elite criolla. Lo cual no exceptuaba que en medio de la estructura colonial se formaran conflictos sociales, que emergerán hacia fines de la primera década del nombrado siglo. De este modo, los grupos sociales subalternos tenían dos tipos de relaciones subordinadas que se podían mezclar: una hacia la corona, en tanto castas como grupo social, económico y racial inferior, y otra respecto de la elite –hispana o criolla- que se ve reflejada en el funcionamiento de la justicia colonial como garantizadora de la paz de las familias “decentes”. La investigación pretende hacer énfasis en este segundo carácter (aunque sin olvidar que está íntimamente relacionado con el primero) pues señala el momento indicado para observar tanto el proceso del malestar popular fermentado -en tanto perseguidos por una justicia que garantizaba los fueros de las familias pudientes- como también así la relación con la elite criolla en la antesala a la militarización urbana. Para aproximarnos a lo explicado hemos tomado tres procesos (AGN, 1789-1807, 27–5– 5 y 26 -7-12), de los cuales dos acabaron con su respectiva pena, primero en el cabildo y más tarde trasladados al fortín de Buenos Aires (otrora cárcel). El primero se trata de un liberto con nombre Manuel de Nacimento (el cual es catalogado, sin embargo, de “negro libre”), quién le ha robado a un comerciante de renombre una suma superior a los doscientos pesos. El proceso se desarrolla a través de todo el año 1805 y se determina que Manuel debe pagar su falta con la cárcel y el resarcimiento mensual de 4 pesos, pues según el juez de visitas del fortín pese a ser una sentencia dura “se juzga de justa por la sospechosa apariencia del culpable”. El segundo caso se da lugar en 1806 y se trata de un personaje apellidado Pérez (el nombre nunca se lo especifico) el cual es encarcelado por acuchillar a un pulpero, estamos aquí también ante un proceso que llevó un año. El tercer caso se trata de un general de Blandengues que maltrato a su hija hasta casi matarla, dado que contrajo un noviazgo sin previo aviso al padre, por lo cual la tía de la niña lo acusa de homicidio. El caso lo tenía a nuestro personaje como candidato a la cárcel, pero es absuelto de culpa a los nueve días (desde el 21 al 30 de Octubre de 1806) ya que “en su presencia no le constaba que la chica haya estado muerta”. Podemos observar aquí como hay una justicia que es la encargada de garantizar la división social: por un lado la elite hispana (el pulpero o el general de blandengues) o criolla (el comerciante), junto a sus intereses, y por otro lado al resto de la sociedad. En este otro extremo nos encontramos con el resto de las castas, “que se encargan de pulular por la campaña acechando a las gentes de buen nombre”. Esta situación nos deja constancia de que estamos ante una represión pasiva hacia la plebe urbana; y he aquí, una de las razones por la cual esta decide rebelarse contra la estructura virreinal, participando de los eventos relativos a las invasiones inglesas y del fervor posterior con la militarización urbana. El nombrado proceso histórico que se dio lugar en 1806 y 1807, el cual puso a prueba la fidelidad de la colonia sudamericana y la del grupo hispánico, estaba enmarcado en un contexto de problemáticas socialmente populares y ante el cual la cual la elite criolla trato de sacar provecho. De este modo, se convierte la deposición del virrey en 1807 y el nombramiento de Santiago de Liniers en una expresión cabal de ese proyecto de revolución desde la faz superior y más superficial de la sociedad; pues hace falta aclarar que esto no impidió al futuro grupo rector continuar exigiendo las pretendidas prerrogativas comerciales y jurídicas estamentales que el régimen monárquico le otorgó en tanto sujeto constitutivo del sistema colonial, ante el cual pretendía “liberarse” (lo cual se registra en sus menciones de fidelidad a la corona, aún cuando se está declarando la independencia (1970, P. 76) en 1810 o en 1816 cuando se intenta en forma matizada alejarse del influjo imperial). De modo que la elite porteña nace al calor de estos acontecimientos, pues la circunstancia provocó algo inaudito: que quienes hasta el momento estaban restringidos del poder militar ahora lo podían tener –especialmente al elite criollo/hispana-. Proponemos desde esta investigación, que sin embargo las lógicas de los conflictos sociales tienen en el Río de La Plata –y no solo allí- un largo aliento, los cuales superan al propio proceso de la radicalización revolucionaria iniciada hacia 1805/6 (o como el fin de un largo preludio), pues el intento emancipatorio fue consecuencia de un proyecto político de un sector específico y opositor a la participación social de los grupos subalternos (1988, Pp.87-88); de este modo las problemáticas sociales que sufrieron las grupos populares durante la colonia volvieron emerger en la época independentista (pues la solución propuesta por la nueva elite porteña a la “crisis” revolucionaria fue tomar las riendas de la causa rioplatense bajo el partido “del orden” (HALPERIN DONGHI, 2007, P. 86) y restringir toda acción popular/pública como modo de discusión política. En este sentido durante la segunda década del siglo XIX tendremos en el gobierno de Rivadavia un pedido de prisión para todos los <Vagos y mal entretenidos> y  la intención de la justicia porteña  de “combatir”  la situación social en la campaña, para la paz de la gente “decente” (FRADKIN, 1999, Pp. 145-155); lo cual respondía a las mismas necesidades que la pretendida “policía de vagos” (RAMOS VAZQUEZ, 2010) imperial: persecución y represión de la pobreza para evitarla). Consideramos de este modo que el consenso logrado por la elite revolucionaria no se obtuvo en medio de un contexto social pacífico, ni aun así el proceso.
Para finalizar este apartado, podemos concluir que los procesos analizados hasta ahora, como sea el caso de la relación de jurídica desigual entre una elite y los grupos subalternos; o bien la conformación de este grupo dominante con características parasitarias (en tanto primario exportador de la plata en crudo) y al mismo tiempo órgano constitutivo de la maquinaria imperial de los borbones. Entonces, su consecuente proyecto de emancipación  resultaría la gesta por lograr un nuevo pacto colonial, y estableciéndose las bases para un nuevo proceso más profundo: la conformación de las subjetividades políticas y superestructurales, que servirán de acicate para el futuro surgimiento del grupo mercantil-terrateniente en el Río de La Plata. Aunque el medio social para ello, será bajo la acción perpetuar el despotismo colonial del cual se había beneficiado la elite hasta 1810.
IV) ANEXO: LA PARTICIPACIÓN FEMENINA COMO ESTRATEGAS EN EL RÍO DE LA PLATA DURANTE EL PROCESO EMANCIPATORIO.
                                                                                                                         
                                                                                                                                                                                     
            Una de las temáticas poco analizadas en la historiografía nacional es la historia del género femenino en cuanto a su participación en la sociedad dimonómica rioplatense (y, por ende, latinoamericana). En este sentido, la propuesta es contribuir al análisis del período de transición de la elite colonial mercantil al grupo que lleva a cabo el proceso emancipatorio. Es necesario tener en cuenta que el concepto de género no es estático, sino que se encuentra en constante diálogo, modificación y participación con los procesos históricos que se dan lugar.
            En esta perspectiva, se intenta analizar la participación  femenina como una actriz social preponderante en dos ámbitos específicos: En el económico; en cuanto a las decisiones e influencias que ejercían sobre sus esposos y sus familias que pertenecían al sector burocrático/comercial. O también en lo político/ideológico; mucha de las mujeres que provenían de la clase criolla revolucionaria  que participaron de los densos debates acerca de la legitimidad de la administración virreinal. Aunque estos debates se desarrollaban en lugares restringidos (como en las tertulias), van a ser un punto de partida para la formación de la identidad de una elite (por supuesto, compuesto por hombres y mujeres), que pretendían la formación de un proyecto político, en donde primaba la emancipación de América.
            Para tal objetivo, fue necesario la utilización de fuentes obtenido del Archivo General de la Nación. También se consultará el manejo de fuentes editadas tanto en el trabajo de Marcela Aguirrezabal (quién realizó un estudio de caso analizando el comportamiento de dos mujeres en el comercio marítimo a fines del siglo XVIII); como en los textos de Leticia Maronese y Xavier Guerra . En efecto, la lectura de estos últimos textos ayudó a argumentar el carácter político de la mujer. Esto fue enriquecido con la entrevista  realizada por Claudia Touris a María Sáenz Quesada. Es particularmente interesante esta entrevista ofrece pistas de las características destacadas en las mujeres que tuvieron acercamiento a las “nuevas ideas” que provenían del “Siglo de las luces”.

IV. B) LA CONDICIÓN FEMENINA EN EL ÁMBITO ECONÓMICO

            Como primera aproximación al análisis se puede advertir en el protocolo de hacienda (del Archivo Nacional de la Nación), la presencia de mujeres rioplatenses realizando transacciones de compra y venta. Pero estas transacciones lo realizaban de forma particular, como en el caso de Manuela Gil Lazcano quien fue acusada por la Junta                                                                                                                                              real de hacienda por (…) el cobro de derecho de alcabala en una compra de dos negros” (AGN, 1771-1871, Leg.139-Exp.3537)) O bien lo realizaban en forma conjunta con sus esposos. Citemos el caso de un expediente, aparecido en el protocolo de tribunales, contra Manuel de Herreta y su esposa Manuela Mier de Terán sobre el cobro de los réditos de un censo” (AGN, 1771, Leg.251-Exp.11). A partir de estas situaciones se puede interpretar, primero: la formación de un escenario donde el sector femenino  tuvo una fuerte y activa participación comercial en actividades lucrativas como la trata de esclavos en virtud del apellido que atribuía a la elite hispano/criolla (lo cual equivale a la participación en torno al enriquecimiento de los nuevos grupos comerciales en el Río de la Plata). Segundo: se expresa esta importancia de la acción femenina articulada con la masculina en la causa iniciada a los Herreta de Terán, destacando que la justicia imperial consideraba a los cónyuges como parte de un mismo grupo económico que podía amenazar la cualidad extractiva de riquezas de la Corona.
Ahora bien, continuando con el argumento se consideró necesario la observación de otros casos-de la región platense-para ampliar la apreciación del análisis. De esta forma se manifiesta en la zona de Montevideo la presencia de Ana Joaquina Silva de Melo (1). A través de su condición de casada, se puede confirmar que la mujer se encontraba en igualdad de condiciones con respecto al hombre, siempre y cuando su esposo (Manuel Cipriano de Melo), avale una licitación para que ella pueda interactuar en el  mundo comercial. Aguirrezabal afirma: “ (…) en Hispanoamérica, dentro de la institución matrimonial, la figura masculina era la que legitimaba y las mujeres dentro de ese espacio, tenían la libertad de decisión o lo que era lo mismo , se convertían en “sujeto de derecho” “.(Aguirrezabal,2001, P.127)
            Sólo así, desde este lugar de subordinación jurídica, posiblemente Ana Joaquina haya intervenido en las relaciones comerciales de su marido en la exportación y/o negociación por la compra de instrumentos marítimos. Además, esta forma de actuar bajo subordinación marital fue aprovechado por la mayoría de las damas, de la clase hispano/criolla, como un modo de mecanismo estratégico, no sólo para intervenir sino también para proteger el honor de su apellido. Este elemento, que se transmite por línea bilateral (padre y madre) (Aguirrezabal, 2001, P. 127), fue el motivo fundamental para la unión matrimonial entre personas que pertenecen a una misma clase social.  Al concretarse esto se lograba una interacción entre los roles genéricos para proteger su patrimonio, ahora acumulado.  Aguirrezabal, citando a Lavrin, expresa lo siguiente: “La mujer podía mantener el control sobre los bienes adquiridos antes del matrimonio (bienes parafernales), y disponer de ellos según su voluntad (…). De este modo, la personalidad legal y económica de las mujeres no era absorbida completamente por el matrimonio” (Aguirrezabal, 200, P. 127).
           
IV. C) LA MUJER Y SU IMPORTANCIA EN EL CÍRCULO SOCIAL

            Ya se ha esbozado las primeras pistas en cuanto al dinamismo femenino en la estructura comercial. ¿Pero podían formar parte de los debates públicos?. Para iniciar los primeros análisis, es indispensable tener en cuenta que con la aplicación de las Reformas Borbónicas, también se heredó una cultura ilustrada lo cual permitió la llegada de la práctica de opinión pública que estaba en evolución (Guerra, 2002, P. 362). Asimismo, este elemento de interacción política, que se instaló en la región rioplatense, se introdujo sin modificación alguna pues continuaba funcionando las antiguas instituciones hispánicas (Guerra, 2002, P. 362). En este contexto, fue donde se desarrollaron las discusiones de las problemáticas (internas y externas), de la época. Sin embargo, esta actividad sólo se reservaba a los hombres cultos. Como indica Xavier Guerra al respecto: “La opinión es un atributo de los hombres ilustrados y ninguno de estos la confunde con el sentir del conjunto de la población o, menos aún, del pueblo-del “vulgo”-considerado por ellos como sujeto a las pasiones y carente de luces” (Guerra, 2002, P. 362).
            En este conjunto de hombres cultos que eran parte, como ya he reiterado, de una clase hispano/criolla, el sector femenino (y sólo las que pertenecían a estas altas capas sociales), tenían la oportunidad de “nutrirse” de la cultura de las “nuevas ideas” de la ilustración. Es importante aclarar que este grupo intelectual conformaban un número muy reducido  entre varones y mujeres (Touris, 2008, P. 1). Pero ese índice numérico no impidió el desarrollo de interacciones de poder social donde la mujer tenía un lugar muy destacado. En efecto, Ricardo Lafuente Machain nos advierte que la mujer fijaba el rango social familiar, por ejemplo casándose con un importante extranjero (Tourin, 2008, P. 2). Estos encuentros se llevaban a cabo en los ámbitos sociales de la elite “(…) como sociedades literarias, cafés, reuniones familiares, tertulias, etc.”(Guerra, 2002, P. 362). Entre todas ellas se destacan la práctica habitual de las tertulias. Entonces se puede interpretar que el grupo femenino se perpetuar y ampliar el patrimonio familiar por medio de sus decisiones de elegir un candidato. Esta característica otorga la pauta de que las damas organizaban las conocidas tertulias no sólo para aplicar su estrategia de ampliar su vínculo de sangre, sino también como una especie de escusa para estar al tanto de las nuevas novedades que ocurrían en el ámbito político.
            El emblema más sobresaliente que representa a las mujeres decimonónicas más pudientes y más “iluminadas” del Río de la Plata fue María Sánchez de Thompson (mejor conocida como Mariquita) (Touris, 2008, P. 2). Su figura representó una pieza fundamental tanto en la vida social como cultural. Pero lo que aquí interesa es comprender su vida social. En los documentos se la recuerda como anfitriona de importantes eventos sociales en los cuales uno de estos fue el más representativo por que allí se interpretó, por primera vez, el Himno Nacional argentino: “(…) -en su salón se canta por primera vez el Himno Nacional-, ella es recordada por Vicente López y Planes y Pastor Obligado (…)” (Touris, 2008, P. 2).
            Pero más allá de las descripciones, estos datos lleva a dar cuenta de su postura frente a la corona (recordemos que las letras que componían nuestro himno esbozaban pensamientos de repudio y desprecio frente a la crueldad de España). Sólo así se puede confirmar, una vez más, que la participación femenina, aunque invisibilizada, no se encuentra ausente sino todo lo contrario: está claro que la discusión de los problemas de opinión sobre la crisis de la Metrópolis cumplió la función de conformar un proyecto político/económico e intereses de “clase” que hombres y mujeres de la nueva elite deseaban ser realizados en la “toma” del poder virreinal.

IV. D) CONCLUSIONES DEL APARTADO "ANEXO: LA PARTICIPACIÓN FEMENINA COMO ESTRATEGAS EN EL RÍO DE LA PLATA DURANTE EL PROCESO EMANCIPATORIO.


Es realmente interesante desglosar aquí las primeras cuestiones que se observaron como resultado del análisis de la participación femenina tanto en el mundo económico como político a fines del siglo XIX. En primera instancia, se destaca la actitud del rol femenino frente a este proceso revolucionario como estratega económica aprovechando el peso moral de su apellido, pero sin olvidar que no tenían garantizada su pleno derecho de interactuar en el comercio si no estaban unidas en matrimonio.  Sin embargo, se ha observado que, en el plano político, si bien su rol no fue tan trascendental, socialmente formó parte del proceso histórico analizado (contribuyendo al desarrollo de la opinión pública, como en el caso de las lavanderas rioplatenses o en la ideología de la elite manifestadas en la figura de Mariquita Sánchez).

V)                INICIOS DEL PROCESO TERRATENIENTE
Con respecto al título del apartado, el historiador Tulio Halperin Donghi en sus estudios “La Expansión Ganadera En La Campaña de Buenos Aires (1810 - 1852)” y “Clase Terrateniente y Poder Político En Buenos Aires (1810 - 1930)” (2007, Pp. 23-107) nos demuestra como la revolución de 1810 no genera inmediatamente una clase terrateniente, aunque si una elite con pretensiones de adaptarse a la nueva ruta de comercio (el resquebrajamiento del imperio significo pasar de la ruta de Cádiz a la de Liverpool). Bajo este signo, la historia de la revolución durante la primera década del siglo XIX se dirimirá entre la crisis del sector dirigente rioplatense,  causada por la interrupción de las rutas comerciales potosinas (otrora pretéritas fuentes de riqueza de los agentes directos de la corona), y la penosa readaptación al curso de intercambios propuesto por la nueva metrópoli (2007, P. 38). En este sentido, quienes pudieron sobrevivir al derrumbe del sistema colonial estuvieron en condiciones para redireccionar la economía, según las nuevas pretensiones de un intercambio directo con Europa. Nos referimos a esto, pues consideramos que mayo de 1810 significo el inicio del acceso al poder de una capa social-mercantil-militarizada, la cual debió invertir su capital acumulado durante el periodo virreinal hacia actividades complementarias (sea el caso de las propiedades agropecuarias) cuando la adscripción al nuevo monopolio británico redundo en dificultades económicas; lo cual también significo la emergencia de un proceso que no puede reducirse a la cronología de 1810, sino, a la conformación de un proyecto político-económico de libertad de la elite y como modo de perpetuar la función primario exportadora heredada.  De este modo, hacia la segunda década del siglo XIX nos encontramos con que “El estado, ese ambivalente asociado de las clases terratenientes, exhibía en cambio mayor madures desde el origen mismo del proceso expansivo: su ventaja inicial se refleja con particular claridad en el hecho de que el nuevo perfil de la sociedad rural centrado en la clase terrateniente se definió precisamente  en las tierras nuevas que el estado conquisto para ella” (2007, P. 84). Aunque huelga aclarar, que si bien no teníamos en 1810 la conformación del proceso puramente agroexportador, sin embargo la experiencia de los modos de enriquecimiento de la elite comercial nos dan buen antecedente: no se puede decir que los comerciantes desconocían la actividad ganadera cuando una parte de sus ingresos en la colonia era de la venta de cueros.
Resumiendo: para que haya existido una clase terrateniente-comercial fue necesario el ascenso a clase dirigencial de la elite económica, lo cual provoco una crisis estructural en su función tradicional y la búsqueda de nuevos caminos, para enriquecerse a costa de la nueva relación establecida con el mercado mundial (y he aquí la obstinada búsqueda de la radicalización revolucionaria: salir del pacto colonial para entrar en uno neo colonial como modo de consolidar un nuevo orden). De este modo el triunfo de los proyectos emancipadores (incluido el rioplatense) significaron al mismo tiempo el inicio del subdesarrollo sudamericano y la dependencia primario exportadora; por ello 1810 tiene diversas significaciones que ya las conocemos: las ideas, las experiencias revolucionarias, las voces de un pueblo que se organizo para expulsar a la represión hispánica, etc. Y hay otras que deben ser incluidas, es el caso de la historia y la conformación de un poder político-militar generador de las condiciones necesarias para la emergencia de un proyecto monopolizador de la producción y su contacto directo trasatlántico (y de este modo el inicio de una colonización interna desde el puerto de Buenos Aires hacia las provincias. (FEINMANN, 2006, P. 135)).
VI)             CONCLUSIÓN FINAL DE LA INVESTIGACIÓN
Un proceso histórico como la "toma" del poder por parte de la nueva elite hispano criolla, el consecuente esbozo del pacto neo colonial y la especialización de la actividad primario productora de la elite comerciante, todo esto redundara en la conformación de una subjetividad política necesaria, a posteriori, para la emergencia  de la elite terrateniente.
En medio de este proceso, la elite que sale triunfante de la revolución de 1810 se convertirá en heredera del papel gubernamental despótico de la colonia. Y, en este mismo aspecto, participaron tanto hombres como mujeres en el ámbito público como en el privado, tanto en la parte política/ideológica como económica. Pues es necesario aclarar que estas problemáticas (conflicto social respecto de los grupos menos beneficiados socioeconómicamente y el papel subordinado e influyente de la mujer dentro de los círculos de poder)  se desprenden de la tesis principal del trabajo sin contradecirlo, pues forman parte del mismo proceso histórico: ese que dará lugar en el rio de la plata al surgimiento un polo de poder político, el cual heredara el papel gubernativo de la corona respecto de los sectores pobres e implicara el largo avance de una elite mercantil para hacerse con el monopolio de la economía y la política (y es  importante resaltar lo analizado en el anexo sobre el género femenino dentro de los grupos de poder, para entender que dicho proceso fue construido con aportes de hombres y mujeres en medio de contextos socio históricos que implicaron rupturas  y continuidades ).
El estudio del proceso independentista (no solo la independencia) indica que este fue el punto culminante de una progresiva desacumulación de capitales y a partir de esta matriz económica-social arcaica (pesada herencia colonial), se intentara reorganizar la vida de la nueva republica (CUEVAS, 1990, Pp. 14-16). Consecuencia de esto será la posterior reforma del orden social colonial, bajo la conformación de proyectos de poder y gobierno durante buena parte del siglo XIX en la región platense (y no así de una nacionalidad). El nuevo poder político y militar fomentara la aparición de la hacienda (1976, P. 340) y como polo concentrador de las formas de trabajo precapitalistas (desmonetarizadas a lo largo del siglo XIX (CARDOZO y PÉREZ BRIGNOLI, 1987, Pp. 29 – 31)). En este sentido los sucesos de la revolución de Mayo no fueron dirigidos por la oligarquía, pero la naturaleza de la temprana vida institucional del Rio de La Plata  fue concretamente contrarrevolucionaria al aplastar los movimientos socio populares, los cuales hicieron posible la deposición de Liniers en 1808 (la militarización urbana provocada luego de las invasiones inglesas), y generando de este modo las bases para la concreción futura del estado oligárquico (1988, Pp. 156 - 157 ). Esta doble relación, represión popular – política aperturista hacia los grandes fundos, forma parte de un proyecto político como también del papel que cumplían los grupos juntistas dentro de la sociedad borbónica (en donde uno no fue posible sin el otro: no hay proyecto político monopólico sin represión que lo garantice). Y en esta lógica, se llega a comprender la continuidad del monopolio de la fuerza en manos de la nueva elite dirigente como una continuidad coherente (tal como lo hemos explicitado al principio de este apartado). Esto se expresa con los beneficios coloniales que las elites porteñas seguirán reclamando para si, es el caso del derecho de esgrimir el monopolio judicial y sus acciones punitivas para conseguir el "control social” (pues los casos analizados de los presos coloniales ni la “policía de vagos” como proceso social parecen haber terminado en 1810).
 Para finalizar podemos decir que la herencia de las experiencias revolucionarias y sus ideales no debe ser desdeñada, sino que estas deben contribuir al estudio del proceso independentista; aportando el testimonio de sus contradicciones e intereses y poder así analizar a 1810 históricamente; Es decir la lenta construcción por hombres y mujeres de un proyecto político/económico especifico, y su relación con el papel represivo que heredan, como base para comprender lo ocurrido a posteriori con la nueva elite emergente: pues a pesar de haber hecho la revolución los personajes de mayo seguían siendo los coloniales de Buenos Aires y como tales seguirán exigiendo para si las prerrogativas de la elite que decían ser.


MAPAS Y GRÁFICOS













Imagen N°1: Mapa de las gestas libertadoras en Latinoamérica a partir de 1816



2)












Imagen N° 2: Mapa los distintos proyectos políticos-económicos en el ex virreinato del Rio de La Plata desde 1815 (nótese en el rojo mas fuerte el proyecto de “las provincias unidas del Rio de La Plata” y en blanco el de Buenos Aires)

3)
Imagen N°3: Mapa del
Enfrentamiento de
Proyectos políticos hacia
1816 en el ex virreinato
Del Rio de La Plata 




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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° VISITAS AL PRESIDIO DE BUENOS AIRES, Buenos Aires, 1789-1807, A.G.N., IX, 27–5– 5 y 26 -7-12, s/d (las fojas no pudieron ser extraídas en su totalidad ya que los archivos estaban en restauración)

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